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La piedra de la paciencia, Atiq Rahimi (Afganistán)

Primera parada en este viaje literario por el mundo. 
Se acerca al hombre con paso temeroso. Se para. Contempla los movimientos de su pecho. Él está respirando. Se acerca un poco, se inclina sobre él pare verle mejor los ojos. Todavía los tiene abiertos, cubiertos de motas de polvo negro. Se las limpia con la punta de la manga, coge el frasco y le echa colirio en ambos ojos. Una, dos. Una, dos.
Cuidadosamente, acaricia el rostro al hombre para quitarle la suciedad, después permanece inmóvil ella también. Con el peso de la angustia sobre los hombros, respira, como siempre, con la misma cadencia que el hombre.

 
FICHA TÉCNICA
Título: La piedra de la paciencia
Título original: Syngué sabour. Pierre de patience
Género: Narrativa contemporánea
1ª edición en francés: 2008
Edición en español: 2012
Editorial: Siruela
ISBN: 978-84-9841-713-5
Nº de páginas: 120
Traducción: Elena García Aranda
Formato: Libro digital
Otros: Premio Goncourt 2008 
Sinopsis: En esta novela, localizada «en alguna parte de Afganistán, o en cualquier otro lugar», la piedra de la paciencia es un hombre tendido en un colchón en el suelo, en estado vegetativo a causa de una bala alojada en la nuca. A su lado, su mujer reza por él, le atiende y le habla, mientras en las calles pasan los carros de combate y se suceden los disparos. No sabe si puede oírla, pero la mujer le reprocha haber consagrado su vida a la Guerra Santa, y le desvela, llena de rabia y desesperación, lo que nunca se atrevió a decirle: sus deseos, miedos y frustraciones, y sus secretos más ocultos. La piedra de la paciencia explotará…
Valoración: 6/10


El primer autor en el que pensé para Afganistán fue Khaled Hosseini, de quien leí hace tiempo Cometas en el cielo, y del que tengo pendientes sus dos otras novelas publicadas en español: Y las montañas hablaron y Mil soles espléndidos. Pero me he propuesto leer autores nuevos siempre que sea posible, por lo que investigué (poco, lo reconozco) para descubrir otros libros de autores/as afganos/as y encontré este de Atiq Rahimi, que tenía en el lector electrónico desde hacía años y aún no había leido. 

Rahimi nació en Kabul, donde vivió, hasta 1984, año en el que le fue concedido asilo político en Francia. Cineasta y escritor, ha adaptado al cine dos de sus novelas: Terre et cendres (Khâkestar-o-khâk) en 2004 y Syngué sabour (La piedra de la paciencia)  en 2012.

En 2002 regresó a Afganistán, donde -entre otros proyectos- realizó una serie de fotografías con una cámara antigua -al estilo de los fotógrafos callejeros afganos, conocidos como Akasse fawri-zarour- documentando su visión de un Kabul destrozado por la guerra, mediante unas imágenes borrosas, con mucho grano, casi polvorientas.

Fuente: El Pais
La historia me ha gustado, aunque le ha faltado algo para llegar a engancharme. A pesar de que -por la sinopsis- podría parecer un planteamiento interesante y llamativa, me ha resultado una historia algo fría, demasiado racional y poco emotiva.

Sí, ella, la esposa del hombre que yace en estado vegetativo, tiene una historia que contar, una historia difícil; la de una joven casada con un hombre desconocido, que se va a una guerra que no comprende, y con el que tiene una vida infeliz, pero que acepta porque sabe que esa es la vida que le toca como mujer. Y no nos cuenta a nosotros su historia, se la cuenta a su marido, a quien -por primera vez- tiene a su entera disposición, con el que puede hablar sin que la mande a callar, sin que la desprecie, sin que la ignore. Por primera vez, ella puede alzar su voz y contar. Y vaya si cuenta...

El pero es que narra sus secretos, sus inquietudes, sus pensamientos, de manera algo desapasionada, ajena, sin casi implicarse -a pesar de ser su propia vida-; y a mi no me ha terminado de llegar. Tal vez sea un recurso buscado por Rahimi (reflejar el hastío de la mujer ante lo que ha sido su vida), o tal vez hay un componente cultural que a mi se me escapa. El caso es que no he conseguido empatizar con la protagonista. Me ha llegado más el desvalimiento del joven soldado que comparte alguna escena con ella.

Peró sí hay cosas muy buenas en la novela. Obviamente, no voy a desvelar los secretos de esta mujer (que son unos cuantos); quien quiera conocerlos, deberá leer la novela. Ni los acontecimientos que suceden mientras cuida de su marido inmóvil. Pero sí me parece muy interesante cómo Rahimi va introduciendo el horror de la guerra -los bombardeos, los asesinatos, las venganzas, las víctimas, el papel de la religión, el sometimiento de las mujeres...- como algo cotidiano, lo que convierte todo ese trasfondo (la guerra civil afgana de los años 80, el auge de los talibán) en algo más perverso y terrible de lo que ya sabemos; en una vida a la que terminas acostumbrándote.

La piedra de la paciencia -esa que dice la leyenda que es capaz de escuchar todos los secretos, hasta que se llena y estalla, dando lugar a un nuevo comienzo- está simbolizada en el marido en coma de nuestra protagonista. Pero en este contexto de sometimiento, guerra y desesperanza, no parece que vaya a haber un nuevo comienzo, o -en caso de haberlo- que este vaya a ser mejor o más venturoso que el mundo que ya están viviendo.

Me resultó llamativo que Rahimi escribiera esta novela en francés, porque le daba vergüenza escribir en afgano la crudeza de las palabras de la mujer. Palabras que hablan de sexo, de placer, de abusos, de masturbación, de prostitución, que probablemente chocarán a muchos lectores (no sólo en Afganistán). Y ese es otro de los aciertos de la novela; nos muestra la situación de las mujeres -sometidas en el ámbito doméstico, laboral, social- pero vivas y sintientes, y con derecho a disfrutar. Y así se lo reclama a su marido la protagonista... aunque él ya no esté en condiciones de satisfacerla.

Una novela recomendable, que tal vez no nos permita comprender tan bien la situación política y social de Afganistán como Cometas en el cielo, de Hosseini, pero que nos da una visión intimista, lúcida y valiente de cómo los acontecimientos impactan en las personas, especialmente en las mujeres. Las mujeres y los niños son, siempre, las primeras y más desvalidas víctimas en las guerras.

Para terminar esta visita rápida y superficial (para qué vamos a engañarnos) a Afganistán, un video musical. Los países se pueden conocer desde muchas perspectivas; su literatura y sus canciones son dos de ellas, las que conforman este viaje por el mundo

Farhad Darya es cantante, compositor y productor musical. Además, es Embajador de Buen Voluntad del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP)

Comentarios

  1. Me parece un gran acierto empezar el proyecto con este libro que, a mí me impactó enormemente, así como la película también realizada por el autor. Este año he leído Tierra y cenizas y también me ha gustado mucho. Destacar que este autor parece seguir el dicho "menos es más" porque en muy pocas páginas es capaz de contar historias para las que otros necesitan cientos de ellas. Es un arte que los lectores agradecemos pues los "tocho-libros" aunque sean buenos y nos gusten, acaban haciéndose pesados.
    Khaled Hosseini es un autor también extraordinario que en todos sus libros me ha cautivado.
    Sugerencias para Ghana: Yaa Gyasi "Volver a casa"
    Para Nigeria: Chimamanda Ngozi "Americanah"
    Para Corea del Sur: Min Jin Lee "Pachinko"
    Otro día más.
    Enhorabuena por el proyecto y mucha suerte

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    Respuestas
    1. Hola, gracias por tu comentario (y disculpa que no te haya contestado antes; no me llegó la notificación del mismo). Americanah ya lo leí, como todo lo que ha publicado en español Chimamanda Ngozi Adichie; para mi su mejor novela es Medio sol amarillo, quizá porque es la que me la descubrío (hace ya años, ntes de ser tan conocida a nivel internacional).

      Tus otras dos recomendaciones están en mi lista de pendientes desde hace tiempo, aunque no para el reto. Me he propuesto leer libros de autoras y autores que sean del país elegido, por lo que deben al menos haberse criado allí hasta su vida adulta y haber publicado en su país de origen, aunque luego hayan emigrado a otro. Tanto Yaa Gyasi como Min Jin Lee llegaron a Estados Unidos en su infancia, por lo que no cumplen ese criterio.

      Pero sí son autoras de un tipo de literatura que siempre me ha gustado mucho, la de las migraciones y el choque/diálogo multicultural. Así que sí, las leeré.

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